Autoayuda práctica.

Autoayuda práctica.


Las evidencias científicas respaldan que el carácter optimista nos protege,
ya que refuerza la capacidad
de adaptación y la resistencia a la adversidad. Imprescindible es pensar en la
palabra autoayuda, en su significado: capacidad que uno tiene para solucionar ciertos problemas,
personales o aquellos en los que estamos involucrados. Otra cosa es el resultado, deseado o no.
Aún con cierta adversidad, la que sea, tenemos fuerza generada en nuestro interior para enmendarlo,
ya que conocemos nuestras limitaciones y recursos para ello. Así mismo, viéndolo desde un aspecto
global, al problema o al contratiempo: lo tamizamos, pasándolo por nuestro conocimiento,
entendiéndolo y comprendiendolo de tal modo, que lo redirigimos   hasta su corrección,
desarrollo o desaparición.
Genéticamente hemos heredado esa capacidad de defensa, es innata en el ser humano,
pero poco a poco se va dejando en el olvido o lo que es peor en el desuso, ya que tendemos
más y más a dejarnos llevar por la vida fácil; a no implicarse demasiado en ciertas circunstancias
que nos exigen compromiso y esfuerzo. Como no podía ser de otra manera, no porque uno quiera
o deje de querer, es lo que predomina hoy día, las nuevas tecnologías nos facilitan tanto las cosas
que, con el tiempo nos convertiremos en seres pasivos: programas de corrección, traductores
automáticos, en los exámenes ya se permiten calculadoras, escribimos en los ordenadores con
un micrófono, y sistemas predictivos que se adelantan la acción humana en los móviles o en otros
medios. Estoy seguro que cada uno de nosotros podemos nombrar más de una situación parecida
e incluso más refinada o evolucionada.
Con todo ello y como defensores a ultranza del manido estado del bienestar, nos dejamos llevar de
forma tan pasmosa que pronto, sino ya, las películas futuristas son presente, donde estas piensan
en su propio desarrollo. Descartando en definitiva al humano, en un principio esencial e ideólogo
de estas máquinas.
La evolución social se define en eras de extraordinaria necesidad, descubrimiento de los metales,
utensilios de labranza, máquinas bélicas, avance científico, desarrollo industrial, lucha contra las
epidemias, etc. En todos ellos la capacidad del hombre fue esencial, el deseo natural de ir más allá
de lo conocido. Quizás otros tiempos, posiblemente, diferente sí, pero en esencia iguales.
Antes y ahora, nuestra meta debería ser el desarrollo de ese hombre interior fuerte, capaz de
encontrar soluciones a través de dedicación aguerrida a un deseo de mejora personal y general,
altruista. Nos falta realismo y racionalidad, cuando dejemos este mundo -todos lo haremos-
el bagaje que tengamos, mucho, poco o nada, se irá con nosotros, lo que no hayamos utilizado o
dedicado se perderá, y esa energía será irrecuperable.
Tecnología, claro que sí, pero subordinado a las necesidades de la humanidad. Desarrollo,
naturalmente, pero antes pedagogía del ser humano para vivir en consonancia con nosotros
mismos y con nuestro entorno.    Así evitaremos el estado general de ofuscación y temor existente.

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