¿Por qué mentimos?


La mentira

¿Por qué mentimos?

D
urante millones de años hemos vivido en pequeñas comunidades donde mentir era difícil (dado que  te conocían bien) y, por tanto, teníamos la posibilidad de ser des cubiertos y castigados. Además, la colaboración entre personas para poder sobrevivir-que implica ayudarse y no mentirse- era fundamental. Aunque existen los mentirosos patológicos, que mienten sin remedio, son relativamente pocos, y de hecho un estudio encontró estructuras cerebrales atípicas en las personas que mienten habitualmente.

¿Es fácil mentir?

H
ay que esforzarse mucho para ser un buen mentiroso: tienes que ponerte en el lugar del otro, manipularlo, adelantar que a su reacción es, controlar sus emociones para no delatar tu intención, tener buenas actividades verbales…
Los mentirosos patológicos[i] suelen tener más materia de venta que la media y una cierta carencia de materia gris; esto significa que tienen más herramientas cognitivas, con las que pueden mentir y menos escrúpulos morales. El ser humano no está demasiado bien dotado para mentir, excepto en dos casos: cuando está enfermo(los psicópatas mienten muy bien) o cuando se miente a sí mismo y, en consecuencia, se cree sus propias mentiras. Ese es un mecanismo muy corriente: justificamos nuestras propias mentiras hasta que nos las llegamos a creer.

Empezamos a mentir a muy corta edad.

E
empezamos a mentir en torno a los cuatro o cinco años, no por maldad sino para experimentar y para mejorar nuestro manejo del lenguaje, y luego lo seguimos haciendo para suavizar la realidad o para lograr nuestros fines. Todos los que estamos haciendo cualquier tipo de actividad, somos conscientes de nuestros actos y pensamientos hemos mentido innumerables ocasiones: mentimos de media en el 30 a 38 por ciento de nuestras interacciones diarias.

Lo que ocurre cuando mentimos.

C
uando mentimos se liberan unas sustancias químicas que inflaman el tejido interno de la nariz, ésta se hincha un poco y sentimos la necesidad de rascárnosla. Esa es una de las señales. Hay otras señales evidentes de que están mintiendo, como tragar más saliva, parpadear más o menos de lo habitual, apretar los labios (porque estás callando algún) o majártelos porque se resecan (tienes miedo a que te pillen). Los mentirosos también desvían la mirada, tartamudean,  no terminan las frases y están atentos a los pies, porque cuanto más lejos está una parte del cuerpo de nuestro cerebro, más complicado no resulta controlarla. Por ello, cuando se miente o cuando se está muy incómodo, inconscientemente se mueve mucho más, los pies.
Ahora, cuidado con mentir.




[i] . Parte de la medicina que estudia las enfermedades.




[ii] adj. Perteneciente o relativo al conocimiento.

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