Sólo vemos lo que nos interesa ver.

https://cdn.pixabay.com/photo/2017/05/30/09/59/business-man-2356422_960_720.pngSólo vemos lo que nos interesa ver.
Vemos el mundo desde una perspectiva subjetiva. Supongamos que vemos un insecto extremadamente pequeño, respecto al tamaño del hombre. El insecto depende de sus sentidos para comprender lo que le rodea. Aquellos insectos que
dependen de sus antenas, las necesitan para poder oler. Si este insecto estar cerca de otro, se podrán ver, pero lo que respecta a un humano se le va de su comprensión, es sencillamente inexistente.
Estamos encerrados en la caja negra del cerebro. La información del mundo exterior que llega al cerebro a través de los sentidos. Es como si estuviésemos encerrados en una caja negra con cinco aberturas, que son nuestros cinco sentidos. El cerebro hace lo que puede con los medios que tiene, pero es una estructura física y como cualquier estructura física tiene limitaciones. Si pensamos por ejemplo en el nervio óptico, éste contiene un millón de fibras, parecidas a cables, que viajan desde la retina hasta el tálamo; sin embargo, este millón de fibras, que en principio parece un número muy grande, es pequeño si lo comparamos con el total de píxeles que tenemos en la cámara del teléfono móvil. Y pese a ello, nuestra experiencia de la realidad es mucho más detallada y nítida que la de la cámara de un móvil.
Conseguimos mucho con pocos medios. Tiene que ver con cómo interpretamos la realidad. El cerebro procesar la información que recibe a su manera: cuando la latina se fijen un objeto no capta cada detalle, sino que es celebró el que decide que es más importante en esa información. Por ello, sólo vamos a ver lo que el cerebro cree que nos interesa ver: los bordes de los objetos van a tener más importancia que el interior de los mismos, y las esquinas más que las líneas rectas, porque contienen más información. En base a estos principios nuestro cerebro construye la realidad y rellena, de alguna manera, la información que no le llega, imaginando por aproximación lo que podría haber allí fuera. Los pasan continuamente, hay cientos de ejemplos de cómo nos engaña el cerebro: nuestros ojos ven en dos dimensiones, de izquierda a derecha y de arriba abajo, como si viviesen pegados a una hoja de papel. Si cierras un ojo y luego el otro de manera alternativa, verás que la imagen se desplaza de izquierda a derecha. Este desplazamiento es el que utiliza el cerebro para construir la tercera dimensión. Cuando miras la luna, el cerebro, para que no te parezca extraña, prefiere poner su tamaño a la medida de los demás objetos terráqueos, como los picos de las montañas. Por eso cuando miras al horizonte ves la luna más grande, aunque será la misma que la brilla en el cielo, lejana y solitaria.
La tierra viaja por el sistema solar, a unos 250 kilómetros por segundo, y no lo percibimos, porque no tenemos un órgano específico capaz de sentir la velocidad absoluta; sólo podemos detectar la velocidad relativa, es decir, cuando aceleramos o cuando nos movemos en función de otro objeto. Es lógico que el cerebro tenga que interpretar y completar la realidad que nos rodea porque construye con muy pocos medios la realidad externa. No somos capaces de percibir lo infinitamente grande ni lo infinitamente pequeño. No podemos escuchar los ruidos cósmicos. No podemos oler siquiera lo que huele un perro, ni escuchar lo que escucha un búho. Así que lo que no podemos ver o percibir, sencillamente pensamos… Quien no existen, como hacen los insectos.

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