Tomar buenas decisiones no es fácil.

Tomar buenas decisiones no es fácil.


https://cdn.pixabay.com/photo/2014/08/01/16/58/decisions-407750_960_720.jpgLa mayoría de las decisiones importantes que tomamos implican cierta reflexión y análisis de las diferentes opciones. Por ejemplo, cuando estamos charlando con otras personas, a menudo nos planteamos si expresar nuestro opinión o mejor callar, si quejarnos de algo que nos molesta o soportarlo, si desafiar o mejor alejarnos. Todos hacemos esfuerzos por resistir impulsos inoportunos y controlar nuestras conductas. En este proceso, con frecuencia echamos mano de la memoria para dirigir nuestros comportamientos. Casi todos hemos conocido alguna vez que hubiésemos podido evitar cometer ciertos errores si hubiéramos tenido en cuenta las consecuencias de decisiones pasadas. La capacidad de gobernar nuestros actos es indispensable para poder relacionarnos en Armonía. Aunque es posible cambiar aspectos que no nos gustan de nuestra forma de ser, no es tarea fácil. De entrada, ser conscientes de nuestras tendencias y rasgos de carácter requiere una buena dosis de empeño y energía. Además de identificar lo que queremos cambiar y la razones para hacerlo, hay que echar mano de nuestra capacidad de autocontrol. Me refiero a la capacidad de frenar voluntariamente los impulsos que nos salen de forma espontánea e ir más allá de la situación inmediata, mientras perseguimos un objetivo superior. Esta capacidad sede militar por muchos motivos, como por ejemplo el cansancio físico, el estrés excesivo, el dolor, la frustración, los efectos desinhibidores del alcohol y ciertas drogas, algunas enfermedades como la anemia, ciertas alteraciones cerebrales y los estados depresivos.
El sentimiento de inferioridad suele ir acompañado del rechazo a uno mismo y de baja autoestima. Por lo General, pensamos que no conseguiremos lo que queremos porque el fondo queremos que no nos lo merecemos. La dificultad para dormir, la ansiedad y el decaimiento que sienten muchas personas, están producidos por la falta de confianza, por la incertidumbre y por sentimientos de indefensión que lo abruman.

Es comprensible  que el terror a la soledad sea un mal de nuestros días. Todos necesitamos estar conectados afectivamente a los demás. Sentirnos solos implica sentirnos desamparados, tristes, culpables y desorientados. De hecho, la incomunicación forzada es uno de las torturas más crueles. El miedo a la soledad es especialmente angustiante cuando no conocemos la causa, por nuestra ignorancia a alimentar sentimiento de indefensión. No me sorprendería si, el principal principal problema con que se enfrente esta sociedad fuera un profundo temor inconsciente a la intimidad, y este detalle lo podemos individualizar a cada uno de nosotros. Conectarse a sus sentimientos y entender sus motivaciones reforzaría el sentimiento de control de la vida, tan necesario para superar el miedo y el pesimismo que ahora la paraliza, paraliza a la vida me refiero. En estos casos en los que se mezclan la soledad. El aburrimiento y la baja autoestima dedicar un par de horas a la semana alguna actividad de voluntariado suele ser muy beneficioso. Está demostrado que “voluntariar” nutre la autoestima, pues nos ayuda a percatarnos de lo mucho que podemos ofrecer a otras personas. Además nos saca del aislamiento y nos refresca al compartir nuestro tiempo con gente de buen corazón.

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